Cinco siglos después de aquel "descubrimiento", sucedió el milagro: los americanos descubrimos América. Ahora sabemos lo que somos y lo que no queremos ser, que los que provocaron esta crisis son los que siempre tuvieron la sartén por el mango, los que conquistaron y colonizaron, los que impusieron sus religiones y sus cosmovisiones, los que invadieron y bombardearon, los que exportaron su ideología haciéndonos creer que era universal y que la aldea global había llegado, con el imperativo de pasar al baúl de los recuerdos nuestras añejas identidades nacionales.
Primero bajaron de sus barcos a sangre y fuego, con sus espejos de colores, sus corceles y armaduras; después desembarcaron con su dios Mercado y el desprecio a cualquier forma de Estado que proteja a los pueblos de las inclemencias.
Debían terminar la faena sobre nuestros recursos naturales. El aprendizaje fue doloroso, pero estamos aprendiendo a vivir con lo nuestro, presididos por un indio, una abogada, un obrero, un militar, una pediatra, un cura, un médico y un economista.
No vinieron a invertir los términos de la ecuación dominante porque no buscamos imponer a nadie esta mirada que nos creció en la larga noche del neoliberalismo. Sólo vinieron a decir que se cayó el sentido común globalizante, que se hizo trizas el individualismo y a los que disolvían desde el egoísmo, advertirles que el campanario hoy suena llamando a la unidad, por aquellos que perdieron siempre y hoy celebran esta nueva oportunidad que se dan los pueblos.
Ese es el verdadero debate en el bicentenario de la idea libertaria. Sin chauvinismo vano ni academicismo sin alma, es preciso volver al origen para mirar el futuro.
Nos enseñaron que el pájaro canta porque amanece; nuestros abuelos indios decían que, en verdad, el pájaro canta para que amanezca. La diferencia está en la voluntad, esa que precisamos ahora o nunca para hacer otro mundo, rompiendo los moldes con que se hicieron lo que ya sabe a viejo y evitando el pecado de fabricar más ídolos de barro.
Nos fusilaron, nos desaparecieron, nos tiraron los Muros de Berlín y Wall Street por la cabeza y aún así seguimos en la tarea de construir un país y una región más libre, más justa y más feliz.
Hagámoslo, para que la vida sea más bella, ahora que descubrimos que estamos vivos y que como dice el mapuche, diez veces venceremos ¡marichi Weu!
Por Jorge Giles
Publicado en Miradas al Sur|12-10-2008