Mientras se conmemoraban 35 años del golpe de Estado contra Salvador Allende y el Archivo de Seguridad Nacional estadounidense publicaba la participación en la conspiración de Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado norteamericano, en Bolivia y Venezuela se reeditaban los conflictos en los que se verían envueltos sendos representantes diplomáticos de la Casa Blanca.
Con menor tono dramático, en Argentina también escaló la tensión con el Gobierno de Bush por la publicación de un informe del FBI sobre el caso de la valija que el venezolano Antonini Wilson trató de ingresar en Buenos Aires y que la Fiscalía de Miami quiere vincular con un supuesto aporte de Chávez a la campaña electoral de Cristina Fernández de Kirchner. Sin duda, el caso más cruento es el del accionar de los Prefectos opositores a Evo Morales. En ese escenario, el embajador de EE.UU. Philip Goldberg fue sindicado como fogonero de los secesionistas de la "media luna” boliviana, que no terminan de digerir los casi 70 puntos que Evo Morales obtuvo en el referendo revocatorio celebrado el último 10 de agosto. La decisión de expulsar al diplomático estadounidense tuvo su réplica de la administración Bush con la salida del embajador de La Paz en Washington. Pero la contrarréplica llegó de la mano del Presidente de Venezuela: Hugo Chávez expulsó al jefe de la Embajada de EE.UU. en tierras bolivarianas. Chávez subió la apuesta al citar la frase de Ernesto Che Guevara sobre crear "Dos, tres, muchos Vietnam...", al decir que el magnicidio de Morales o su derrocamiento provocaría la chispa de un incendio antinorteamericano en la Región. En este contexto, la llegada a Caracas de dos bombarderos Tu.160 rusos y el anuncio de que se utilizarían para monitorear los movimientos de la IV Flota norteamericana reaviva las viejas hostilidades de la Guerra Fría. A esto se suma la compra de aviones caza Sukhoi y fusiles AK-47 para rearmar las fuerzas armadas bolivarianas. El anuncio del posible corte del suministro de crudo hacia Estados Unidos, si había represalias contra Venezuela, es una apuesta peligrosa pero fiel al estilo de Chávez. Por otro lado, la firmeza del gobierno de Lula Da Silva frente al delicado panorama boliviano, más la postura concreta de la Cancillería argentina frente al show montado por el FBI en el caso Antonini Wilson, configuran una saludable reacción de las democracias regionales hacia lo que parece una suma de desatinos en política exterior de un gobierno como el de George Bush, que deja minado el camino de su salida del Salón Oval y condicionará las relaciones de su país con América latina, sea Obama o McCain quien tome el mando de la mayor potencia del Mundo. por Diego M. Vidal
Miradas al Sur, 14/9/2008